El Pentágono ha comunicado a la Casa Blanca que la transferencia de misiles de crucero Tomahawk a Ucrania no debilitará las reservas estadounidenses, pero la decisión política final recae en el presidente Donald Trump, informa CNN, citando fuentes informadas; varias publicaciones internacionales ya han reproducido el material.
El Pentágono evaluó el posible suministro de misiles de crucero Tomahawk a Ucrania y concluyó que una transferencia determinada no tendría un impacto negativo crítico en el arsenal bélico estadounidense. Según periodistas, el Estado Mayor Conjunto informó a la Casa Blanca sobre esto a principios de octubre, justo antes de la reunión de los presidentes de Estados Unidos y Ucrania en Washington.
Sin embargo, la decisión final recae en el presidente. Durante una visita de trabajo a Washington, Volodímir Zelenski recibió una reacción moderada de Trump: en público, Trump habló sobre una posible transferencia, pero en privado anunció que no estaba dispuesto a suministrar los misiles en ese momento. Según CNN, la postura del presidente estadounidense cambió tras una conversación telefónica con Vladímir Putin; al mismo tiempo, la Casa Blanca no descarta que el tema pueda retomarse si Trump da la orden correspondiente.
Expertos y aliados señalan varios problemas prácticos y técnicos que deben resolverse antes de la entrega. En primer lugar, las fuerzas ucranianas deben recibir entrenamiento para lanzar y usar el Tomahawk; en segundo lugar, los Tomahawk son misiles lanzados principalmente desde el mar, por lo que su uso terrestre requeriría o bien lanzadores terrestres existentes que Estados Unidos podría proporcionar, o bien el desarrollo de soluciones ucranianas para el lanzamiento desde tierra. Según fuentes, estas opciones ya se están considerando, pero requerirán tiempo y recursos.
El contexto político también es importante. La llegada de misiles Tomahawk a manos de Ucrania podría ampliar significativamente su capacidad para atacar infraestructuras críticas enemigas a larga distancia; por ello, Rusia ha advertido repetidamente de una posible escalada en caso de que se le suministren estos sistemas. A principios de octubre, el Kremlin ya expresó su preocupación, y el presidente Putin advirtió de una escalada aún mayor si Estados Unidos decide transferir estos misiles.
Según informes, el Pentágono calculó el tamaño de los misiles y el ritmo de producción, y concluyó que una transferencia limitada podría realizarse sin comprometer la capacidad operativa de la Armada estadounidense. Sin embargo, parte de la reacción, tanto pública como política, depende de la cantidad exacta de misiles que se transfieran y de la rapidez con que se realicen. Algunas estimaciones previas sugieren que la producción anual del Tomahawk es limitada, por lo que las entregas a gran escala podrían ser problemáticas; algunos informes citan cifras de producción de apenas unas pocas docenas de misiles al año.
Según la información disponible, el gobierno ha preparado planes operativos en caso de que Trump tome una decisión favorable: logística de suministro, opciones para la transferencia de lanzadores terrestres y un programa para el entrenamiento acelerado de unidades ucranianas. Sin embargo, sin la autorización política del presidente, la transferencia de armas no comenzará. Al mismo tiempo, los aliados en Europa se sienten aliviados por la evaluación del Pentágono —que elimina uno de los argumentos técnicos en contra de la transferencia— y esperan que el apoyo político para este asunto se consiga rápidamente.

