Un equipo internacional de científicos de China y Estados Unidos ha identificado un nuevo factor de riesgo para el insomnio: la composición de la microbiota intestinal. Así lo revela un estudio publicado en la revista General Psychiatry, según informa ScienceAlert.
Los investigadores analizaron datos de más de 400.000 personas y utilizaron un método de aleatorización mendeliana para separar los efectos del estilo de vida de los factores genéticos. Los resultados mostraron que ciertos tipos de bacterias intestinales pueden aumentar la probabilidad de trastornos del sueño.
Resultados clave
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El vínculo más convincente se encontró con la bacteria Clostridium innocuum. No se considera un peligro para la salud, pero se asocia con un mayor riesgo de insomnio.
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En total, se identificaron 14 taxones bacterianos que aumentan la probabilidad de padecer insomnio y 8 taxones que, por el contrario, reducen este riesgo.
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Se ha demostrado un mecanismo bidireccional: el insomnio también altera la microflora intestinal, lo que empeora el estado de la persona y complica la recuperación.
Los científicos nos recuerdan que la microbiota intestinal influye en los sistemas nervioso e inmunitario, regulando la inflamación y la liberación de neurotransmisores. Esta interacción se denomina "eje intestino-cerebro" y se ha relacionado previamente con el estrés, el autismo, el Alzheimer y el trastorno por déficit de atención.
En el futuro, este descubrimiento podría convertirse en la base de nuevos métodos para combatir el insomnio, desde probióticos y prebióticos especiales hasta el trasplante de microbiota fecal, que ya se utiliza para otras enfermedades.
La somnóloga Anastasia Shkodina recuerda que la base de la prevención del insomnio es la higiene del sueño. No se trata solo de oscuridad, silencio y comodidad en la habitación, sino también de hábitos diurnos: dejar de usar dispositivos electrónicos una hora antes de acostarse, evitar la sobrecarga emocional y de información, y seguir un régimen de descanso.
Así, los microbios y el insomnio forman un círculo vicioso complejo, pero se puede romper mediante una combinación de enfoques científicos y un comportamiento adecuado en la vida cotidiana.