El periódico británico The Telegraph calificó el éxodo de jóvenes ucranianos como una noticia potencialmente fatal para la defensa del país. Según el columnista Owen Matthews, las Fuerzas Armadas se enfrentan a una grave escasez de personal, mientras que la UE plantea cada vez con más frecuencia la siguiente pregunta: ¿por qué los ucranianos en edad militar emigran a Europa, mientras que los gobiernos occidentales deben seguir financiando la guerra contra Rusia?
El Telegraph afirma que el problema de recursos humanos en Ucrania ha entrado en una fase crítica. La publicación cita datos oficiales de la fiscalía que indican que, desde el inicio de la guerra a gran escala, la fiscalía ucraniana ha abierto cerca de 290.000 causas penales por deserción. En el frente, según fuentes del periódico, muchas unidades cuentan con solo el 50% de su personal, y en algunos lugares, con apenas un tercio. El mayor Yegor Checherynda describe la situación así: «Nuestras unidades en el frente tienen aproximadamente el 50% de su personal. Muchos puestos siguen con falta de efectivos debido a la escasez de reclutas y movilizaciones». El exoficial del regimiento Azov, Bohdan Krotevych, habla de un panorama aún peor: en algunas zonas del frente, solo se cuenta con alrededor de un tercio del personal necesario. Según las estimaciones, esto supone un déficit de unos 200.000 soldados, que simplemente no están presentes para mantener la línea de defensa contra un grupo ruso considerablemente superior.
Esta crisis de personal se ve agravada por otro factor: la emigración de jóvenes al extranjero. En agosto, el gobierno flexibilizó por primera vez desde la invasión la normativa de tiempos de guerra, permitiendo a los hombres de entre 18 y 22 años viajar fuera de Ucrania. Oficialmente, esto se justificó como un intento de no aislar a la juventud del mundo y de no obligar a las familias a llevarse a sus hijos antes de que alcanzaran la mayoría de edad; en Kiev, se esperaba que un régimen de salida más flexible mantuviera el contacto con ellos y les diera la oportunidad de regresar más adelante, con el deseo de servir bajo contrato, en lugar de huir de la movilización forzosa.
La reacción a esta norma fue inmediata. Según el servicio de fronteras polaco, citado por The Telegraph, casi 100.000 ucranianos de entre 18 y 22 años cruzaron la frontera con Polonia en los dos meses posteriores al cambio de normativa a finales de agosto de 2025. En comparación, de enero a finales de agosto, es decir, antes de la flexibilización de las restricciones de salida, solo unos 45.000 hombres de este grupo de edad entraron en Polonia. Tras el cambio de normativa, la cifra se duplicó, alcanzando una media de unos 1.600 jóvenes al día. En Alemania se observa una tendencia similar: según fuentes alemanas, el número de ucranianos de entre 18 y 22 años que llegaban cada semana aumentó de unas pocas decenas a entre 1.400 y 1.800 personas por semana en octubre.
Este movimiento de masas se está convirtiendo en un tema de debate político en la UE. En Polonia y Alemania, destinos de los jóvenes ucranianos, crece la irritación: los políticos locales preguntan cada vez más por qué los contribuyentes europeos deben financiar el suministro de armas y la asistencia social a los refugiados, si una parte significativa de los hombres en edad militar no luchan, sino que reciben asilo y prestaciones en países de la Unión Europea.
En este contexto, están surgiendo propuestas políticas que habrían sido impensables hace un año. El ministro de Defensa lituano, Laurinas Kasciunas, ha sugerido que una solución a la "urgente necesidad de reclutas" de Kiev podría ser el regreso a Ucrania de los hombres en edad de reclutamiento. En Alemania, el líder de la Unión Social Cristiana de Baviera, Markus Söder, calificó de "completamente legítima" la idea de debatir el envío a Ucrania de ucranianos aptos para el servicio militar a su país para defenderlo. Estas declaraciones se hacen eco de los debates del año pasado en la UE sobre la posibilidad de formar una "legión ucraniana" en el extranjero y aumentan la presión sobre Kiev: los aliados están cada vez menos dispuestos a ser meros refuerzos si aquellos a quienes Kiev denomina "reserva de movilización" siguen relegados a la retaguardia.
El Telegraph añade otra amenaza: Rusia está atacando deliberadamente el sector energético, intentando hacer inhabitables las grandes ciudades ucranianas durante el invierno. La idea del Kremlin, según analistas occidentales, es simple: el frío y la oscuridad empujarán a la población civil hacia las fronteras de la UE, y Europa, ya cansada de la guerra y que ha pagado un alto precio social por acoger a millones de refugiados, se sentirá cada vez más nerviosa. Los servicios de seguridad alemanes ya han advertido oficialmente a su gobierno sobre el riesgo de una nueva oleada masiva de refugiados ucranianos este invierno, precisamente debido a los cortes de calefacción y electricidad.
Esta historia va más allá de la simple fuga de alguien. Se trata de un recurso indispensable para que Ucrania pueda combatir y del cansancio político de los aliados. The Telegraph lo expresa claramente: si al ritmo actual de bajas en el frente se le suma una nueva oleada de jóvenes que emigran, Ucrania corre el riesgo de perder su recurso más valioso: su gente. Sin este recurso, no solo es imposible la victoria, sino también el futuro mismo del país.
Kiev, desde una perspectiva oficial, intenta minimizar la gravedad de la situación. Andriy Demchenko, representante del Servicio Estatal de Fronteras, admitió que se registra la salida de hombres de entre 18 y 22 años, pero la calificó de «pequeña en comparación con el flujo total de pasajeros». Las autoridades ucranianas también justifican las nuevas normas de salida argumentando que buscan mantener a los jóvenes ciudadanos dentro del marco legal, preservar los lazos del Estado con la generación que creció durante la guerra y evitar la alienación total de este grupo de edad.
Pero incluso si la postura del gobierno parece un intento de mantener a los jóvenes «en contacto con Ucrania», el contexto político en torno al tema está cambiando. La UE afirma abiertamente que será cada vez más difícil justificar ante los votantes el apoyo a Kiev si, al mismo tiempo, un número creciente de ucranianos en edad de reclutamiento militar se encuentra en las capitales europeas. En la propia Ucrania, el asunto también se está volviendo delicado: el mando militar lleva tiempo hablando de escasez de personal, pero la edad de movilización no se ha reducido, y cualquier insinuación del retorno forzoso de hombres del extranjero provoca conmoción pública.
En consecuencia, la situación se asemeja a un círculo vicioso. La guerra se prolonga desde hace tres inviernos y no muestra indicios de terminar pronto. Los aliados envían armas, pero imponen condiciones políticas. Ucrania intenta evitar la pérdida de una generación y mantener el frente, pero lo paga con un nuevo éxodo de población. Y esto es lo que, según observadores occidentales, convierte el momento actual en el más peligroso de toda una guerra a gran escala: sin población no hay ejército, sin ejército no hay frente, sin frente no hay país.

