Los microplásticos son cientos de partículas invisibles que entran en nuestro cuerpo a diario con los alimentos y las bebidas. Se filtran en nuestros alimentos desde los utensilios de cocina, los envases e incluso el agua que bebemos. Hoy en día, los microplásticos están en todas partes: en la carne, el pescado, las verduras, los huevos, la miel, el pan y la sal. Pero a pesar de su presencia incontrolada en el medio ambiente, existen maneras de reducir su consumo.
Los estudios demuestran que cocinar en superficies de plástico o en utensilios de cocina antiadherentes libera partículas microplásticas que, al calentarse, penetran en los alimentos. Algo similar ocurre con el plástico de las botellas: cada vez que se gira la tapa, cientos de partículas se liberan en el agua.
Los alimentos ultraprocesados representan una amenaza particular: cuanto más complejo es el proceso de fabricación, mayor es el contacto con el plástico y mayor la probabilidad de contaminación. Un estudio realizado en 109 países demostró que hoy consumimos seis veces más microplásticos que en 1990.
El agua del grifo no es una excepción: se detectan microplásticos en todas las muestras de agua del grifo. Pero el uso de filtros, en particular de carbón, puede reducir su cantidad hasta en un 90 %. Y lo que es peor, añadir té a una bolsa de plástico puede enriquecer la bebida con miles de millones de partículas de plástico.
La vida en la cocina también influye: tablas de cortar de plástico, platos, esponjas, licuadoras... todos son fuentes de fragmentos invisibles que se desgastan con el tiempo y se introducen en los alimentos. Incluso la silicona, considerada más segura, puede liberar microplásticos a altas temperaturas.
Aunque se han detectado microplásticos incluso en sangre, placenta y cerebro humanos, la ciencia aún no tiene respuestas claras sobre sus efectos. Es probable que algunas partículas se excreten del cuerpo, pero su efecto acumulativo sigue siendo cuestionable.
Lo que puedes hacer hoy:
– rechazar platos de plástico dañados;
– usar vidrio, acero o cerámica;
– enjuagar los alimentos cuando sea posible;
– evitar los alimentos ultraprocesados;
– usar filtros de agua.
Los microplásticos ya forman parte de nuestras vidas, pero su presencia en nuestra dieta se puede reducir con soluciones sencillas: ahí es donde comienza el control de esta amenaza invisible.