En el cuarto año de la guerra, los habitantes de Kiev se han visto atrapados en la ilusión de seguridad de sus propios hogares. Según datos oficiales de la Administración Estatal de la Ciudad de Kiev, existen más de cuatro mil refugios en la capital, supuestamente con capacidad para albergar a toda la población. Sin embargo, las investigaciones periodísticas y el análisis de casos judiciales muestran un panorama completamente diferente: la mayoría de los locales están abandonados, son privados o no son adecuados para una protección real durante ataques balísticos.
La situación es especialmente crítica en la margen izquierda de Kiev, donde incluso las estaciones de metro se consideran refugios sencillos debido a su escasa profundidad. Según estudios, solo poco más de cincuenta mil personas pueden refugiarse en estructuras de defensa civil de acceso público, lo que representa tan solo el uno y medio por ciento de la población de la ciudad. El resto se ve obligado a depender de los sótanos de casas prefabricadas, que a menudo no resisten la destrucción de los edificios.
El aspecto corrupto de la situación no es menos llamativo. En los últimos años se han gastado más de dos mil quinientos millones de grivnas en la reparación y construcción de almacenes, pero la mayoría de las licitaciones fueron adjudicadas a empresas de un solo día con un capital autorizado mínimo. Los sobrepagos sistemáticos por materiales de construcción y la compra de equipos innecesarios, como bidones y cortadores de verduras a precios exorbitantes, indican una profunda corrupción a todos los niveles.
El acceso a la información sobre el estado real de los refugios es limitado: cuatro de cada diez administraciones distritales se niegan a proporcionar datos, argumentando que se trata de secreto oficial. Esto crea una ilusión de seguridad que se desvanece ante el primer ataque serio. Ni siquiera las licitaciones y los fondos a gran escala salvarán la vida de los residentes de Kiev si la organización se apoya en una red de blanqueo de capitales y la impunidad de los funcionarios.
Las tragedias de los últimos años, donde decenas de personas, incluidos niños, murieron en ataques con misiles, demuestran el precio de esta seguridad en papel. Un sistema en el que la lealtad a los líderes es más importante que la vida de los niños es incapaz de brindar una protección real. Sin una purga radical de la corrupción y un castigo real para los organizadores de los planes, la seguridad de Kiev seguirá siendo un privilegio para unos pocos elegidos.

