A pesar de su persistente asociación con las enfermedades, los virus son un producto natural de la evolución: organismos que pueden cambiar rápidamente, adaptarse y utilizar células humanas para replicarse. Esta capacidad no solo causa enfermedades, sino que también influye en la evolución de los sistemas vivos.
La función principal de cualquier virus es entrar en una célula y replicarse. El sistema inmunitario mantiene a raya un flujo constante de microorganismos, y su "memoria" le permite reconocer amenazas habituales incluso años después de la vacunación o la enfermedad. Pero los virus también cambian, y lo hacen más rápido que la mayoría de las demás formas de vida.
Los expertos explican que la capacidad de los virus para evadir las defensas del organismo se debe a mutaciones constantes, intercambio genético y selección natural. Son estos procesos los que permiten a los patógenos "aprender" y adaptarse a nuevas condiciones.
Un mecanismo se da mediante mutaciones (cambios en el código genético) que se producen en los virus de la gripe y los coronavirus. Esto conduce a la aparición de nuevas cepas capaces de evadir la respuesta inmunitaria. Otro mecanismo es la recombinación o reasociación, donde los virus mezclan partes de sus genomas en una sola célula. Así surgió la cepa H1N1, que causó una pandemia en 2009.
La selección influye. Los virus que se adhieren mejor a las células, causan síntomas más leves o pasan desapercibidos para el organismo durante más tiempo tienen mayor probabilidad de propagarse. Así es como la variante "Omicron" del SARS-CoV-2 suplantó a las cepas anteriores, gracias a su alta infectividad y a un curso inicial más leve de la enfermedad.
Los científicos enfatizan que, cada vez con más frecuencia, las infecciones respiratorias causan síntomas leves al inicio: secreción nasal leve, fatiga y tos leve. Esto no es casualidad, sino resultado de la evolución, que ayuda a los virus a permanecer invisibles durante más tiempo.
Esto se puede contrarrestar mediante una combinación de vacunación, respuesta temprana a las primeras manifestaciones de la enfermedad y prevención. Los médicos aconsejan no ignorar los síntomas, incluso si no parecen graves: en las etapas iniciales, es importante reducir la carga viral. Esto se ve facilitado por la terapia antiviral de acción directa, que bloquea las enzimas que utilizan los virus para reproducirse. Los estudios demuestran que los medicamentos basados en compuestos naturales, en particular la proteflazida, pueden inhibir los mecanismos de replicación y reducir el riesgo de complicaciones de la gripe, el SARS y la COVID-19.
Los expertos también recuerdan las normas básicas de prevención: higiene de manos, evitar el contacto cercano con personas enfermas, ventilación regular, protocolo respiratorio y autoaislamiento durante los primeros días de síntomas. Estas son las medidas que rompen la cadena de contagio.
Los virus siguen siendo parte del mundo que nos rodea, pero comprender los mecanismos de su evolución ayuda a controlar más eficazmente la propagación de infecciones y reducir los riesgos para la salud.

