Las cápsulas de aceite de pescado y ácidos grasos omega-3 se han considerado durante muchos años una herramienta universal para el bienestar del corazón, el cerebro y la vista. La idea de sus beneficios está tan arraigada en la cultura popular que la demanda de estos suplementos se ha mantenido estable durante décadas. Sin embargo, las revisiones científicas y los metaanálisis modernos ofrecen estimaciones mucho más conservadoras. Según Der Spiegel, la mayoría de las ideas populares sobre los omega-3 no están respaldadas de forma convincente.
El auge de los omega-3 comenzó en la década de 1970, cuando los primeros estudios realizados en la población inuit mostraron una baja prevalencia de enfermedades cardiovasculares y contribuyeron al surgimiento de la hipótesis del efecto protector del pescado graso. Estudios posteriores revisaron estos hallazgos, pero fueron ellos quienes impulsaron la moda mundial del aceite de pescado, que con el tiempo se convirtió en una industria multimillonaria. El papel fisiológico de los omega-3 es sin duda importante: forman membranas celulares, afectan los procesos inflamatorios, el sistema nervioso y la coagulación sanguínea. Sin embargo, la necesidad biológica no iguala la eficacia de las cápsulas como agente preventivo.
Un análisis de numerosos estudios muestra que los suplementos de omega-3 no muestran un efecto significativo en la prevención de infartos, accidentes cerebrovasculares ni mortalidad cardiovascular. Solo se ha registrado cierto beneficio en personas con niveles significativamente elevados de triglicéridos, en quienes las dosis altas de omega-3 pueden formar parte del tratamiento, pero solo por razones médicas. Fuera de estos casos, el efecto, según los investigadores, es muy débil o estadísticamente insignificante.
No existen pruebas convincentes de otros mitos comunes: los omega-3 no han demostrado ser eficaces para prevenir la demencia, mejorar la función cognitiva, combatir la depresión ni tratar el trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Solo un subtipo de degeneración macular asociada a la edad ha mostrado un pequeño efecto positivo, que no se considera suficiente para establecer recomendaciones generales.
Aunque el aceite de pescado generalmente se considera seguro, las dosis altas de omega-3 pueden causar efectos secundarios. Entre los posibles riesgos, los médicos mencionan una mayor probabilidad de fibrilación auricular, un aumento de hemorragias y, en algunos casos, un aumento del colesterol LDL. Por ello, el Instituto Alemán de Evaluación de Riesgos recomienda no exceder una dosis diaria de 1,5 gramos sin consultar a un médico.
Los expertos enfatizan que la mayoría de las personas no necesitan cápsulas, ya que obtener omega-3 de los alimentos es suficiente. El ALA se encuentra en el aceite de linaza y colza, las nueces y las semillas, mientras que el EPA y el DHA se encuentran en pescados grasos como el arenque, el salmón, la caballa o el atún. Para una persona sana, una o dos raciones de pescado a la semana son suficientes. Las recomendaciones específicas se aplican solo a mujeres embarazadas y lactantes: se les recomienda obtener unos 200 mg de DHA al día, preferiblemente de los alimentos.
Así pues, a pesar de la popularidad del aceite de pescado y los suplementos de omega-3, la ciencia sugiere cada vez más que los beneficios para la mayoría de las personas son mucho menores de lo que se anuncia. Y la base para unos niveles saludables de omega-3 sigue siendo una dieta equilibrada, no una cápsula de farmacia.

