El calabacín es una de las verduras de verano más populares, fácil de cultivar y utilizada en una variedad de platos, desde sopas y guisos hasta postres. Sin embargo, en algunos casos, incluso las frutas de tu propio huerto pueden ser mortales. La razón es la toxina natural cucurbitacina.
La cucurbitacina es un terpeno tetracíclico que las plantas de la familia de las cucurbitáceas (calabacín, calabaza, pepino) producen para protegerse de plagas y enfermedades. Es químicamente estable y no se descompone ni siquiera al freírla, hervirla ni hornearla. Ni siquiera las especias más fuertes pueden disimular su amargor.
La cucurbitacina es la respuesta del calabacín a cualquier impacto, incluyendo daños o condiciones de crecimiento estresantes. Su mecanismo de acción es similar al de la solanina de la patata: ambas sustancias pueden intoxicar a los humanos incluso en pequeñas cantidades, explica el químico Serhiy Besarab.
Cómo reconocer un calabacín peligroso
La prueba es sencilla: muerda un trocito de fruta cruda. Si el sabor es notablemente amargo, deséchelo. Las frutas tóxicas se encuentran con mayor frecuencia en calabacines demasiado maduros, cultivos tras sequías o cambios bruscos de temperatura, así como en plantas cultivadas a partir de sus propias semillas.
Síntomas de intoxicación
Los síntomas de intoxicación pueden aparecer pocas horas después del consumo: diarrea intensa, vómitos, calambres abdominales y debilidad general. En casos graves, es posible que se produzcan daños importantes en la mucosa gastrointestinal.
Los médicos recuerdan que en 2014 se registró un caso mortal en Alemania: un jubilado murió después de comer un plato elaborado con calabacín, que resultó ser venenoso.
Para evitar riesgos, conviene comprobar cuidadosamente el sabor de las verduras antes de cocinarlas y evitar las que tengan amargor. Esta regla se aplica tanto al calabacín como a otras cucurbitáceas.