Se descubrió una trama de corrupción a gran escala en Dnipro: la jefa de uno de los departamentos de la Inspección Estatal de Medio Ambiente, Liliya Chigrykova, quien oficialmente recibía alrededor de 30 mil grivnas al mes, resultó ser dueña de casi un millón de dólares en efectivo. Las fuerzas del orden encontraron en su domicilio varias maletas con 880 mil dólares, 210 mil euros y monedas de oro de inversión. Además, encontraron una colección de relojes y joyas de marcas de lujo.
A pesar de que la mujer declaró ingresos modestos, en realidad vivía en un lujoso apartamento de unos 100 metros cuadrados y conducía un BMW nuevo. Al mismo tiempo, tanto el apartamento como el coche estaban registrados a nombre de su hijo, una estratagema utilizada frecuentemente por los funcionarios para ocultar su verdadera riqueza y evitar declararla.
Por decisión judicial, Chigrykova fue puesta bajo custodia con posibilidad de pagar una fianza de 30 millones de grivnas. La investigación está considerando la versión de enriquecimiento ilícito y el origen de los fondos descubiertos. No pudo explicar oficialmente el origen de los millones, aunque en documentos demostró durante años que vivía al borde del salario mínimo.
Este caso expone una vez más el problema de la corrupción arraigada entre los funcionarios públicos. El cargo de inspector ambiental, que formalmente implica supervisar el cumplimiento de la legislación ambiental, se ha convertido en una herramienta de enriquecimiento personal, y este no es un precedente aislado. Según los expertos, las inspecciones ambientales se encuentran entre las estructuras más vulnerables a la corrupción debido a los mecanismos de sanción, las funciones de concesión de permisos y la escasa supervisión.
La situación con Chigrykova pone de manifiesto la magnitud del problema: un sistema en el que un funcionario con un salario de varias decenas de miles de grivnas puede acumular un millón de dólares en efectivo demuestra una discrepancia total entre los ingresos declarados y los flujos de caja reales. Cuando estas historias ocurren con envidiable regularidad, ya no es una excepción: es un indicio de una enfermedad sistémica de las instituciones estatales.
Se ha recordado una vez más a la sociedad que la lucha contra la corrupción no es una formalidad, sino una cuestión de seguridad nacional. Mientras los organismos estatales sigan siendo una fuente de ganancias ocultas, la confianza en las autoridades seguirá disminuyendo, y estos "millonarios del salario mínimo" aparecerán una y otra vez.

