Públicamente, «Diya» se presenta como un éxito bélico: un Estado en un teléfono inteligente, ahorros de cientos de miles de millones y un avance tecnológico sin precedentes. Pero, paralelamente a la versión oficial, existe otra historia: flujos financieros provenientes del negocio del juego, que incluyen beneficiarios rusos, sociedades offshore, empresas privadas con personal mínimo y exenciones fiscales, todo ello bajo el pretexto de la «transformación digital». En este contexto, la esposa del viceprimer ministro Mikhail Fedorov ostenta un estilo de vida difícil de justificar únicamente con salarios estatales y cifras oficiales de «miles de millones ahorrados».
Mykhailo Fedorov lleva años construyendo su imagen política como la cara visible de un estado digital. Se supone que "Diya" ahorra al presupuesto decenas y cientos de miles de millones, el estado se vuelve transparente y la corrupción se "elimina mediante algoritmos". Pero cuando se analiza quién está realmente detrás del dinero, la realidad es muy distinta.
El elemento clave en esta historia es la compañía financiera Yedynyi Prostir. Formalmente, se trata de una institución financiera no bancaria común, con indicadores modestos y sin historial público de grandes negocios. Sin embargo, es a través de ella que se procesan los pagos en la aplicación Diya, y es la que cobra una comisión por cada transacción: un promedio de entre el 1,5 % y el 2,2 %, según investigaciones periodísticas.
El propietario de "Single Space" es Igor Zotko. Antes de la guerra, esta empresa era prácticamente desconocida en el mercado, pero logró un monopolio en la infraestructura de pagos de la aplicación estatal. Paralelamente, Zotko incursionó en el negocio del juego y se convirtió en copropietario de la cadena de casinos en línea Pin-Up, además de ser su director de operaciones.
Aquí surge una pregunta clave: una aplicación estatal de uso obligatorio para millones de ciudadanos está integrada con una empresa de pagos privada vinculada al juego online. Según los investigadores, se trata de Pin-Up, que posee una red de propietarios que involucra a beneficiarios rusos que se desvincularon formalmente de entidades legales ucranianas después de 2022, pero que conservaron influencia a través de empresas fantasma y paraísos fiscales. Es decir, el dinero que circula por el servicio estatal se entrelaza con flujos de juego con origen ruso.
Otro actor en este ámbito es FavBet. La empresa ha sido vinculada reiteradamente con el uso de métodos de pago alternativos, en particular servicios como Diamond Pay, a través de los cuales se transfieren fondos al extranjero, incluso mediante entidades jurídicas pantalla y fondos supuestamente benéficos. El esquema también involucra a bancos ucranianos que realizan transacciones bajo la apariencia de pagos legales ordinarios. Según la lógica de los críticos del Ministerio de Transformación Digital, esto no es solo un «ecosistema fintech», sino un mecanismo bien establecido para la fuga de capitales de Ucrania. Estos mismos flujos, según algunas fuentes, podrían acogerse al régimen de beneficios fiscales como servicios «innovadores» o «digitales».
Un caso aparte es el de Cosmolot/Cosmobet. Se trata de uno de los imperios de juego más poderosos de Ucrania, vinculado al ciudadano ruso Sergey Tokarev. Las autoridades acusan a las estructuras relacionadas con Cosmolot/Cosmobet de evasión fiscal por un monto superior a los 1.000 millones de UAH (las estimaciones oscilan entre 1.150 y 1.200 millones de UAH). La investigación considera que parte de los fondos de las empresas asociadas a esta marca, por un valor de cientos de millones de UAH, deben ser confiscados.
Según fuentes abiertas, el propio Tokarev construyó su estatus legal en Ucrania a través de estructuras en los sectores de TI e inversión. Se acogió al régimen de Diya.City, un régimen legal y fiscal especial para empresas de TI, supervisado por el Ministerio de Economía Digital. Al mismo tiempo, está vinculado a fondos y proyectos del ecosistema tecnológico ucraniano (en particular, al fondo de inversión Roosh), lo que le otorga la reputación de "inversor en TI" en lugar de la de propietario de un casino en línea de origen ruso. Gracias a esto, según afirman los críticos, el capital de juego con raíces rusas obtuvo acceso a beneficios fiscales como "empresa innovadora", en lugar de pagar las tasas completas y contribuir al presupuesto. Se estima que las pérdidas del Estado derivadas de estos esquemas ascienden a al menos 1200 millones de grivnas.
De hecho, observamos tal transformación. En
primer lugar, «Diya» está pasando de ser un servicio estatal a una plataforma monetizada, un mercado, donde entidades privadas acceden a una audiencia de un millón de usuarios y a una infraestructura de pagos crucial. Esto fue confirmado directamente por el propio Fedorov al afirmar que «Diya» se está convirtiendo en un servicio comercial, que con el tiempo podría incluso escindirse en una empresa independiente y, posteriormente, salir a bolsa.
Segundo: los principales beneficiarios en esta intersección entre el Estado, las plataformas y los pagos son empresas relacionadas con el sector del juego, como Pin-Up y Cosmolot/Cosmobet. Algunas de estas estructuras son de origen ruso o cuentan con directivos que trabajaban para el mercado ruso hasta 2022 y que siguen participando en estos esquemas a través de paraísos fiscales.
En tercer lugar, el régimen de “Diya.City”, creado e impulsado por el equipo de Fedorov, se convierte en la práctica no solo en un paraíso fiscal para las empresas de TI ucranianas, sino también en un corredor legal para grandes sumas de dinero, tradicionalmente asociadas no con los servicios estatales, sino con los casinos y los juegos de azar. Aquí surgen las preguntas: ¿quién se beneficia realmente de la reforma digital: el presupuesto o los grupos privados con paraísos fiscales y vínculos con Rusia?
En este contexto, la imagen personal de Fedorov —presentaciones brillantes, anuncios de "ahorros de 184 mil millones" y la demostración pública del lujoso estilo de vida de su esposa— parece ser algo más que la historia privada de la familia de un alto funcionario.

Esto parece una vitrina tras la cual opera un sistema de acceso al dinero, que fluye a través del "estado digital", pero que no está controlado por el estado.
El principal riesgo en esta historia no es solo moral, sino también de seguridad.
Si empresas vinculadas al capital ruso o personas de origen ruso acceden a la infraestructura digital crítica y a las pasarelas de pago de los servicios estatales, esto implica no solo retirar dinero, sino también acceder a datos y a la información de las transacciones. Es decir, el sistema financiero del «Estado en un teléfono inteligente» termina en manos de intermediarios privados.

