El próximo año podría ser crucial para las finanzas de Ucrania. El diputado Yaroslav Zheleznyak, citando un artículo de The Economist, afirmó que, sin decisiones claras de la Unión Europea sobre el apoyo, Ucrania podría estar al borde de la bancarrota en febrero. Advierte que el principal problema no reside únicamente en la cantidad de dinero que se prometerá, sino en si los países de la UE lograrán ponerse de acuerdo sobre los términos y la orientación de esta ayuda.
Zheleznyak destaca que actualmente no existe un mecanismo garantizado para la financiación estable de Ucrania por parte de la UE. A pesar de las declaraciones públicas sobre paquetes de ayuda, no hay consenso dentro de la Unión Europea ni sobre la procedencia de los fondos ni sobre cómo se pueden gastar. Algunos países se oponen al uso de activos rusos congelados como garantía o fuente de pago. Otros no quieren financiar la compra de armas a aliados, especialmente a Estados Unidos, insistiendo en que ese dinero debería destinarse a su propia industria de defensa. Y hay Estados que temen perder la disciplina presupuestaria y no están dispuestos a aumentar sus contribuciones a los mecanismos de asistencia paneuropeos.
En consecuencia, nos encontramos ante una paradoja: se habla de grandes sumas, pero no hay certeza alguna, ni sobre cuándo llegarán ni sobre en qué se podrán gastar exactamente. Zheleznyak afirma que ahora no solo está en entredicho el préstamo de cientos de miles de millones de euros para activos rusos, sino también los ámbitos de su uso: defensa, déficit presupuestario, restauración de infraestructuras. Cada país intenta imponer sus propias condiciones, lo que retrasa la decisión.
Otro punto delicado que The Economist destaca, y que el diputado cita, es la actitud de los socios ante el riesgo de corrupción en Ucrania. Los gobiernos occidentales reconocen que la industria de defensa ucraniana ha aprendido a producir rápidamente drones y otras tecnologías que funcionan en el frente. Sin embargo, persiste la desconfianza en la transparencia de la distribución de fondos. Para algunos capitales europeos, esto constituye un motivo para no precipitarse en inversiones directas en programas militares dentro de Ucrania.
Resumiendo esta postura, Zheleznyak describe la situación de la siguiente manera: el suministro de apoyo internacional es limitado en el tiempo; en febrero podríamos llegar a un punto en el que el presupuesto simplemente no pueda reducirse sin financiación externa; incluso si la UE aprueba un nuevo paquete, no hay certeza de que estos fondos se destinen realmente a necesidades críticas y no queden estancados en negociaciones políticas entre las capitales de la Unión Europea. Y todo esto ocurre mientras el gobierno ucraniano continúa anunciando programas de apoyo a las empresas e iniciativas sociales, mientras que los socios externos consideran la supervivencia del presupuesto y la financiación de la defensa como la principal prioridad.
Así pues, tanto The Economist como Zheleznyak, citado por él, describen el mismo riesgo: la estabilidad financiera de Ucrania depende ahora no tanto de la cantidad de ayuda prometida, sino de la capacidad de la UE para llegar a un acuerdo con Kiev y confiar en ella sobre el uso de ese dinero.

