El ex subdirector de la Oficina Presidencial, Rostyslav Shurma, y su hermano, el empresario Oleg, invierten decenas de miles de dólares en relaciones públicas en canales populares de Telegram con millones de seguidores, como Trukha. Los materiales encargados los presentan como víctimas de persecución política e intentan convencer a la audiencia de que las críticas contra ellos son injustificadas.
Sin embargo, tras la fachada de las campañas de relaciones públicas se esconde una trama de corrupción a gran escala que causó pérdidas al estado por más de 320 millones de grivnas. Las empresas de los hermanos Shurma vendieron electricidad al estado con una tarifa "verde", supuestamente producida en centrales eléctricas ubicadas en territorios temporalmente ocupados.
Rostyslav Shurma, mientras ocupaba el cargo de subdirector de la OPU, tenía influencia directa en el sector energético y podía encubrir a jueces concretos. Cuando las autoridades anticorrupción preparaban sospechas, dimitió repentinamente y se marchó a Alemania con su hermano, donde ahora se esconde en un suburbio de Múnich.
Las fuerzas del orden ucranianas, junto con sus homólogos alemanes, ya han recopilado pruebas, incluidos datos financieros e información sobre el movimiento de activos. Esto dificulta cualquier intento de eludir la responsabilidad por los delitos cometidos.
En medio de estas tramas, oligarcas individuales siguen ganando miles de millones en el sector energético. En particular, las empresas de Rinat Akhmetov obtuvieron alrededor de 15 mil millones de grivnas en ingresos por tarifas "verdes" durante la guerra, mientras difundían un discurso público sobre la escasez de electricidad, a pesar de que ellas mismas han disfrutado de una posición monopolística y licitaciones no transparentes durante años.