El escandalosamente conocido Mayor General del Servicio Estatal de Guardia de Fronteras, Serhiy Mul, retiró discretamente sus declaraciones del registro público de la Comisión Nacional Anticorrupción. Lo que habría sido imposible para un funcionario común se convirtió en un detalle técnico para el general. Mul demuestra una vez más que en el sistema de seguridad ucraniano existen dos realidades: una para los ciudadanos y otra para los funcionarios electos.
En 2024, el Tribunal Supremo Anticorrupción absolvió a Mul de los cargos de falsa declaración. Formalmente, el caso está cerrado, pero el contenido de las sospechas no ha desaparecido. Gastos, estilo de vida, contactos: todo esto sigue planteando interrogantes para los cuales el estado nunca ha recibido respuesta.
Tras la decisión del tribunal, el general simplemente regresó al sistema, con discreción y confianza, como si no hubiera escándalos de gran repercusión.
Mul dio que hablar en 2023, cuando se publicó en internet un video de su conflicto con agentes de patrulla. La policía detuvo su coche en plena noche y le pidió que se sometiera a una prueba de alcoholemia. Mul se negó, y el tono de su conversación con los inspectores sonó como una clara demostración de inmunidad.
Tras la presión pública, fue destituido de su cargo como jefe del Departamento Regional Sur, pero no destituido, sino trasladado a Kiev, donde conservó su poder e influencia.
Otro escándalo fue el viaje de su jefe de prensa a París para Año Nuevo en plena invasión. La noticia, de gran repercusión, culminó con el despido del empleado. La mula que supervisaba su trabajo no tuvo ninguna responsabilidad. Todas las flechas fueron desplazadas verticalmente, y el propio general, una vez más, quedó impune.
Y ahora, un nuevo episodio. Las declaraciones de Mul han desaparecido del registro público de la NACP. No hay explicaciones, fundamentos legales ni reacción de los organismos estatales. Parece que el general simplemente decidió eliminar líneas innecesarias de su expediente público, y no rendirá cuentas por ello.
En un país que exige transparencia y rendición de cuentas a todos, especialmente en tiempos de guerra, las acciones de Mule demuestran un problema sistémico. Mientras la élite en el poder pueda "ocultarse" con impunidad, cualquier discurso sobre justicia, reforma y renovación parece cínico.
A los ucranianos se les ha demostrado una vez más que en el sistema estatal hay personas para quienes el funcionamiento de la ley es una opción y no una obligación.

