El dictador del Kremlin, Vladímir Putin, no está interesado en reunirse con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. Las razones no solo residen en la manipulación política, sino también en la visión estratégica de la guerra que Moscú ha desatado contra Ucrania.
Una reunión política con Zelenski otorgaría automáticamente al líder ucraniano una mayor legitimidad en el escenario internacional. Esto es inaceptable para el Kremlin, ya que Moscú insiste en que el presidente ucraniano es supuestamente "ilegítimo". El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ha declarado explícitamente que Putin no negociará con Zelenski, citando esta postura.
Al mismo tiempo, la cancelación de la cumbre forma parte de la estrategia de Putin hacia el presidente estadounidense Donald Trump. El líder ruso intenta evitar una reacción dura de Washington, en particular, posibles sanciones secundarias contra los socios de Moscú que continúan comerciando con recursos energéticos rusos. Politico recuerda: a pesar del escepticismo sobre la eficacia de las sanciones, para la economía rusa, que ya sufre recesión y déficit presupuestario, su introducción representaría un golpe tangible.
Para Putin, terminar la guerra sin una "victoria" simbólica amenaza con una convulsión política interna. Una retirada de la economía militar provocaría una feroz competencia por los recursos dentro de Rusia y un creciente descontento entre las élites. La guerra no solo permite justificar la represión bajo el lema del patriotismo, sino que también desestabiliza a los países europeos, que se ven obligados a afrontar crisis financieras en medio del conflicto. Esto, a su vez, debilita la alianza transatlántica y beneficia al aliado de Putin, el líder chino Xi Jinping.
La continuación de las hostilidades también beneficia a Putin debido a la oportunidad de ganar territorio adicional y obtener "garantías de seguridad" de Occidente, que a la larga resultarán ineficaces. El Kremlin espera que las limitaciones en el tamaño del ejército ucraniano tras la guerra y el cansancio de los aliados creen las condiciones para una nueva agresión en el futuro.
Como señala Fiona Hill, exasesora de Trump en Rusia, el principal objetivo del Kremlin es una "Ucrania castrada", incapaz de ofrecer una resistencia militar seria. Por eso Moscú paraliza el proceso de negociación con un sinfín de excusas, mientras culpa a Zelenski de la falta de progreso.
Así, para Putin, la guerra sigue siendo no sólo un instrumento de presión sobre Kiev, sino también una garantía de su propia supervivencia política, mientras que considera la cumbre con Zelensky como una amenaza a su imagen.