Washington ha acordado proporcionar inteligencia a Ucrania para ataques contra la infraestructura energética profunda de Rusia, una medida que podría cambiar la dinámica de la guerra y aumentar la presión estratégica sobre el Kremlin. El presidente Donald Trump ha dado su aprobación para que las agencias de inteligencia y el Pentágono colaboren con Kiev en la planificación de ataques contra instalaciones energéticas críticas, y Estados Unidos ha solicitado a sus aliados de la OTAN un apoyo similar, según informó The Wall Street Journal, citando a funcionarios estadounidenses.
Según la información recibida, la inteligencia permitirá a las fuerzas ucranianas atacar con mayor precisión y eficacia refinerías de petróleo, oleoductos, centrales eléctricas y otros elementos de la infraestructura energética ubicados en el interior de la Federación Rusa. El objetivo principal es minimizar la entrada de fondos al presupuesto ruso procedentes del comercio energético y reducir la capacidad del Kremlin para financiar operaciones militares.
Además del intercambio de inteligencia, Washington está considerando suministrar a Ucrania misiles de precisión terrestres y marítimos, incluidos los Tomahawk y Barracuda, con un alcance declarado de unos 800 km. No se ha tomado ninguna decisión definitiva sobre la transferencia de estos sistemas; las agencias estadounidenses esperan instrucciones escritas de la Casa Blanca antes de proporcionar información completa y apoyo logístico.
Los expertos enfatizan que la combinación de inteligencia estadounidense y armas potencialmente más potentes podría aumentar significativamente la efectividad de los ataques y causar daños tangibles al sector energético ruso. Al mismo tiempo, tal desarrollo incrementa el riesgo de escalada y complica la situación diplomática en la región, ya que los ataques a la infraestructura de una importante economía tienen un amplio impacto cruzado en los mercados energéticos, las redes civiles y la seguridad regional.
La parte ucraniana, según indican las fuentes, recibirá datos para planificar los ataques con mayor precisión; esto podría permitir centrar los esfuerzos en los objetivos que generen el mayor impacto financiero para el enemigo, a la vez que se intenta minimizar los riesgos para la población civil. Al mismo tiempo, siguen pendientes las cuestiones de la evaluación jurídica de los ataques a la infraestructura, los posibles efectos secundarios para los objetivos civiles y las consecuencias políticas para los países socios que proporcionen información o asistencia material.
Si se aprueba la decisión de transferir armas, podría marcar un nuevo hito en el apoyo militar a Ucrania, desde el desarrollo de asistencia táctica hasta oportunidades directas para destruir las fuentes estratégicas de financiación del enemigo. En cualquier caso, cabe esperar con atención nuevas acciones de EE. UU., la OTAN y Ucrania: desde la adopción de órdenes escritas hasta la coordinación práctica de las operaciones, el desarrollo del conflicto podría depender.