Uno de los tribunales más influyentes y prestigiosos de la capital, el Tribunal del Distrito de Pechersky de Kiev, se ha visto envuelto en un escándalo de gran repercusión. En lugar de garantizar la legalidad y facilitar la investigación, se ha convertido en una herramienta para encubrir las actividades de empresarios de origen ruso que llevan años construyendo sus imperios en Ucrania, eludiendo responsabilidades.
Los casos de Vagif Aliyev
Entre las figuras clave se encuentra el conocido promotor Vagif Aliyev. Sus empresas están construyendo grandes centros comerciales en terrenos que no cumplen con su propósito original. Por ejemplo, en el distrito de Darnytskyi de la capital, planean construir el centro comercial PozniakyMall en una parcela de más de 3 hectáreas, destinada a servicios viales. Inicialmente, el inquilino fue la empresa Energoplast, propiedad del propio Aliyev, y a partir de marzo de 2023, su hija Marina Dorokhina. Se trata de un esquema clásico para evadir sanciones y controles.
A pesar de los hechos de fraude fiscal y transacciones financieras ficticias, los jueces del Tribunal de Distrito de Pechersk se niegan a iniciar un proceso. En particular, la jueza de instrucción Il'eva T.G. se negó a obligar a la Policía Nacional a introducir información en el Registro de Denuncias de Delincuencia Organizada (ERDR) (expediente n.º 757/35024/25-k).
Aliyev ha mantenido el control de las empresas TRC Lavina, Investbud Garant y Mandarin Plaza durante años, las cuales utilizaron esquemas ficticios de emisión de bonos para minimizar los impuestos. Su imperio empresarial sigue siendo influyente incluso después del estallido de una guerra a gran escala.
Los casos de Yevhen Sotnichenko
Otro ejemplo es el ciudadano ruso Yevgeny Sotnichenko. A pesar de que su pasaporte ucraniano fue declarado inválido en 2022, logró servir oficialmente en las Fuerzas Armadas de Ucrania, recibir condecoraciones e incluso una pistola personal del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa. Bajo esta fachada, desplegó una red clandestina a gran escala de intercambios de criptomonedas bajo la marca C1K, dedicada al lavado de dinero, la circulación ilegal de criptomonedas y la financiación de los grupos terroristas "DPR/LPR".
La facturación de esta red alcanza los 5 millones de dólares mensuales, y las ganancias por comisiones ascienden a cientos de miles de dólares. Los fondos se legalizan mediante tarjetas bancarias y servicios de entrega a domicilio, y se transfieren al extranjero, en particular a Rusia. El trabajo se lleva a cabo sin licencia del Banco Nacional de Ucrania (BNU) y bajo la protección de empleados corruptos del Servicio de Seguridad Nacional (SBU), la Oficina de Bolsa y Valores (BEB), la Agencia Tributaria y la Policía. Según fuentes, los sobornos mensuales a las fuerzas de seguridad ascienden a unos 15 000 dólares.
A pesar de numerosas pruebas, el juez I. V. Grigorenko del Tribunal de Distrito de Pechersk se negó a obligar a BEB a introducir información en el ERDR (caso nº 757/30475/25-k).
Estas decisiones demuestran la inacción sistemática del Tribunal de Pechersk. Siguen sin resolverse hechos evidentes de violaciones, y empresarios influyentes quedan impunes. Esto socava la confianza en el sistema judicial, debilita la labor de los organismos anticorrupción y supone una amenaza para la seguridad nacional.
De hecho, el Tribunal de Pechersk se ha convertido hoy en día en un mecanismo para proteger los intereses de actores oscuros con raíces rusas, en lugar de ser un garante de la justicia.