Tras la publicación de una propuesta conjunta ruso-estadounidense para poner fin a la guerra en Ucrania, en Europa se establecen cada vez más paralelismos con los acontecimientos de 1939. El columnista de Bloomberg, Mark Champion, comparó el plan propuesto con el Pacto Mólotov-Ribbentrop, que dividió en la práctica Europa del Este entre la URSS y la Alemania nazi y allanó el camino para la invasión de Polonia por Hitler. En su opinión, las acciones actuales de Washington y Moscú demuestran una lógica similar de las grandes potencias que intentan redistribuir su influencia en el continente, esta vez a expensas de Ucrania.
Champion señala que lleva advirtiendo desde febrero que la administración de Donald Trump no busca tanto la paz para Ucrania como un "reinicio" de las relaciones con Rusia. La publicación de un plan de 28 puntos, acordado sin la participación de Kiev ni de sus socios europeos, no hizo más que confirmar estos temores. Y cuando los líderes europeos se dieron cuenta de que se les había dejado solos para contener a Moscú, surgió la pregunta: ¿es la UE capaz de convertirse en un actor estratégico independiente? La respuesta, según el autor, es desagradable: la Unión Europea, históricamente, no está adaptada a la demostración de poder duro.
El proyecto europeo se construyó como la antítesis de las guerras entre sus propios países; por eso la UE recibió el Premio Nobel de la Paz en 2012. Pero en el ámbito de la defensa, el bloque transfirió sistemáticamente la responsabilidad a la OTAN, es decir, a Estados Unidos. Como resultado, explica Champion, la UE actual se asemeja a un futbolista obligado a jugar al rugby: las herramientas disponibles para la diplomacia de poder son insuficientes.
Sin embargo, según el columnista, Europa tendrá que dar un salto hacia lo desconocido. Él ve la solución fuera de las instituciones de la UE, mediante coaliciones de países dispuestos a actuar con mayor rapidez y decisión. Ya están surgiendo ejemplos: Gran Bretaña lidera la Fuerza Expedicionaria Conjunta de diez estados nórdicos; existe el grupo de los Ocho del Báltico Norte, y Londres y París están formando una coalición para una futura misión de mantenimiento de la paz en Ucrania. Niklas Helvig, investigador del Instituto Finlandés de Asuntos Internacionales, considera que dicha fragmentación no es un defecto, sino quizás incluso una ventaja; después de todo, actores regionales clave, en particular Gran Bretaña, Noruega y Turquía, no son miembros de la UE.
Europa, enfatiza Champion, está volviendo a la realidad de la historia tras varias décadas de un respiro utópico. Su principal tarea es rearmarse y formar una postura común ante las amenazas. Pero a lo largo de la historia, el continente solo se ha unido cuando el peligro se ha vuelto evidente y existencial: como durante la Guerra Fría o la oposición al Imperio Otomano en el siglo XVII.
Según el columnista, el desafío hoy para los líderes europeos es encontrar la manera de preservar simultáneamente la paz dentro del bloque y proyectar fuerza hacia el exterior para enfrentar a Rusia y evitar que ésta imponga un escenario similar al acordado entre Moscú y Berlín en 1939.
Los medios europeos nos recuerdan que estos procesos se desarrollan en un contexto de intensificación de los contactos entre Estados Unidos y Rusia, así como de las amenazas de Washington de limitar su apoyo a Kiev. Según el New York Post, financiar la defensa ucraniana durante cuatro años costará a Europa mucho menos que las consecuencias de capitular ante el Kremlin. Bloomberg, por su parte, escribe que muchos países europeos ya se están preparando para disuadir a Rusia por su cuenta, invirtiendo en la industria armamentística y realizando ejercicios militares sin la participación de Estados Unidos.

