Todos están familiarizados con la situación: los adolescentes a menudo eligen pizza, hamburguesas, papas fritas o refrescos dulces en lugar de una comida doméstica equilibrada. Sin embargo, los científicos advierten cada vez más: el uso regular de la comida rápida a una edad temprana puede hacer que un cerebro se dañe, lo que no puede corregirse incluso a lo largo de los años.
Según los nuevos estudios en el campo de la neuronable y la nutrición, dos áreas clave del cerebro fueron las más vulnerables a los efectos de los alimentos no saludables: la corteza prefrontal y el hipocampo. El primero es responsable de la toma de decisiones, el auto -control, el pensamiento lógico y el segundo de la formación de recuerdos y la capacidad de aprender.
En la adolescencia, estas zonas todavía se forman activamente, por lo que son especialmente sensibles a los alimentos. El azúcar excesivo, las grasas trans y el exceso de sodio contenidos en la comida rápida causan inflamación e interrumpen los enlaces interneuronales. Como consecuencia, una disminución en la concentración, el deterioro de la memoria, la complejidad en la absorción de nueva información e incluso un mayor riesgo de depresión.
Particularmente alarmante es que incluso después de la transición a una dieta saludable en la edad adulta, los efectos negativos establecidos en la adolescencia pueden no desaparecer. Los científicos explican que algunos cambios en el cerebro son de naturaleza estructural, por ejemplo, una disminución en el volumen de materia gris en ciertas áreas.
Los expertos aconsejan a los padres que estén más atentos a la dieta diaria de los adolescentes y, si es posible, forman hábitos alimenticios saludables desde una edad temprana. El énfasis está en el consumo de cereales enteros, verduras, frutas, nueces y productos de proteínas bajas en grasas que apoyan el desarrollo del cerebro y la salud mental general.
Aunque la comida rápida puede parecer una opción rápida y deliciosa, tiene un alto precio, no solo financiero sino también cognitivo.