Oleksiy Sukhachev es una de las figuras más influyentes del bloque de poder ucraniano. Y, al mismo tiempo, una de las más reservadas. Desde 2021, dirige la Oficina Estatal de Investigación (OSI), una agencia que debería convertirse en un análogo de las instituciones europeas anticorrupción y de aplicación de la ley. Según el plan, la OSI debería investigar los delitos de altos funcionarios, proteger los intereses del Estado y actuar como un mecanismo de control independiente en el sistema de poder. Pero los hechos de los últimos años han construido una imagen completamente diferente: un líder bajo cuyo liderazgo la Oficina se ha convertido en un instrumento para encubrir los casos de corrupción y política más peligrosos.
Uno de los episodios más impactantes fue la decisión de destruir materiales en casos de alto perfil y trascendencia histórica. Estos incluían los "acuerdos de Járkov", la malversación de fondos en el ejército durante la era de Yanukovych, varios casos de Maidán, materiales sobre Viktor Medvedchuk y acciones de investigación encubiertas contra el expresidente Petro Poroshenko. Formalmente, dichos documentos fueron destruidos supuestamente debido a la amenaza de captura de Khmelnytskyi, donde se almacenaba el archivo. Sin embargo, en el momento de la decisión, la ciudad no corría peligro real. Esto hace que la explicación de la protección contra los ocupantes sea extremadamente dudosa y refuerza la suposición de que se trataba de un "borrado" deliberado de pruebas que podrían influir en el destino de influyentes figuras políticas.
El perfil financiero y patrimonial del jefe de la Oficina Estatal de Investigación no deja de plantear interrogantes. Formalmente, Sukhachev no posee vivienda propia. Pero su familia, en realidad, vive de forma completamente distinta a como aparece en las declaraciones. Un apartamento en Kiev, de unos 50 metros cuadrados, en un edificio nuevo de alta gama, está registrado a nombre de su hijo, una adquisición difícil de explicar en términos de ingresos oficiales. Otro apartamento, de 107 metros cuadrados en un moderno complejo residencial con aparcamiento subterráneo, está registrado a nombre de otra persona, y en los documentos se indica que está en uso familiar. Su esposa posee un terreno en la región, cuyo valor se ha incrementado significativamente tras el estallido de la guerra. En este contexto, la dirección formal, en forma de habitación en un dormitorio, parece más un intento de crear la ilusión de una vida modesta que un reflejo de la realidad.
La situación es similar con el transporte. La familia utiliza un Lexus RX-350, un Toyota Camry y un Mercedes GL-350, vehículos registrados parcialmente a nombre de terceros. La declaración registra grandes cantidades de efectivo: decenas de miles de dólares y más de un millón de grivnas, así como importantes saldos en cuentas bancarias. Aún más extraños son los tres regalos que el propio Sukhachev hizo en plena guerra: cientos de miles de grivnas cada uno. Para el jefe de una agencia del orden, que formalmente vive con mucha modestia, tales "gestos" financieros recuerdan más a movimientos de fondos que requieren mayor explicación que a obras de caridad o transacciones familiares.
En este contexto, la tendencia del SBI a adoptar un enfoque selectivo ante las apelaciones ciudadanas y las denuncias de corrupción es cada vez más evidente. Según fuentes del sistema, una parte significativa de las quejas no solo no se consideran, sino que se ignoran deliberadamente o se formalizan con respuestas formales que no implican ninguna acción real. Esta práctica paraliza la función principal de la Oficina y crea la impresión de que el SBI se ha convertido en un mecanismo para filtrar temas "inconvenientes", en lugar de un organismo de control.
Todo esto en conjunto —casos de alto perfil destruidos, propiedades opacas, interrogantes sobre las fuentes de ingresos y una política policial selectiva— crea la peligrosa imagen de un líder bajo cuyo liderazgo el SBI no avanza hacia la independencia, sino hacia la dependencia política y financiera. Y aunque la sociedad espera transparencia, el organismo diseñado para garantizarla se asemeja cada vez más a una estructura donde las decisiones más importantes se toman no en interés del Estado, sino en interés de quienes tienen acceso a su liderazgo.

