En medio de la guerra, cuando el número de ciudadanos socialmente vulnerables solo está creciendo, el Ministerio de Política Social prepara una reforma que realmente colapsará el sistema de apoyo estatal. Es una transición completa de fondos para internados estatales, viviendas para ancianos y refugios, antes de la compra de servicios en el sector privado.
Este modelo se presenta como un "innovador" y que corresponde a "los principios de vitalidad", pero en realidad parece otra traducción de responsabilidad en el hombro del mercado. La compra de servicios competitivos significa que las instituciones privadas solo podrán elegir solo áreas de trabajo rentables. Las necesidades de los pacientes mentirosos, los niños con discapacidades o las personas con trastornos mentales se pueden dejar fuera, simplemente porque nadie quiere tomarlos.
El problema se profundiza de que no se expresaron cálculos detallados, fuentes de financiamiento o la estrategia de personal del Ministerio de Política Social. En cambio, difuminó estas tesis sobre el "voluntariado", el "desarrollo de capacidades" y la "subsidiaridad" que no tienen nada que ver con la política estatal responsable.
Un ejemplo es un ejemplo de Odessa, donde las autoridades locales no han absorbido los subsidios gubernamentales para la vivienda para los huérfanos durante años. Los fondos presupuestarios desaparecen en los informes, y el resultado es cero. En este contexto, el lanzamiento de "reforma" sin control sistemático parece no solo prematuro, sino peligroso. Este es un riesgo: convertir la esfera social en un mercado con empatía selectiva.
La idea de cuidar a los expansiones más vulnerables en tiempos de guerra, cuando cientos de miles de personas perdieron sus hogares, ingresos y resistencia, no parece un paso adelante, sino como el rechazo oficial del estado de sus propios deberes.