Volodymyr Fesenko se ofrece a mirar y analizar si los años bisiestos son realmente tan malos como se suele decir. Para ello, volvamos a la historia reciente, tanto la nuestra como la del mundo.
El Año Nuevo es una época de predicciones, diversas adivinaciones y augurios. La demanda de adivinos profesionales está creciendo, desde tarólogos hasta astrólogos. También mencionan varios presagios. Esto se nota especialmente en tiempos de guerra.
Una de las supersticiones más comunes es la de los años bisiestos desafortunados. Los fanáticos de los malos augurios recordarán inmediatamente el último año bisiesto: 2020, que nos trajo la pandemia de Covid-19. En consecuencia, profetizan que 2024 (también año bisiesto) nos traerá algo malo.
¿Son realmente tan malos los años bisiestos? Para responder a esta pregunta, echemos un vistazo a la historia reciente, tanto la nuestra como la del mundo.
Ya mencioné el año 2020. Pero el año 2016 no estuvo marcado por nada especial, salvo la victoria de Trump en las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Luego resultó que su presidencia, aunque fue muy concreta, no fue catastrófica. Si alguien dice que Trump puede volver a ganar en este año bisiesto, simplemente les recordaré que las elecciones presidenciales en Estados Unidos generalmente se celebran en años bisiestos. Así sucedió.
El año 2012 para Ucrania y el mundo tampoco estuvo marcado por nada especial. En nuestro país, el hecho más destacado fueron las elecciones parlamentarias, en las que ganó el Partido de las Regiones, pero también destacó la oposición, en particular el partido Svoboda, que ese año fue el más exitoso de su historia electoral.
El año 2008 fue recordado por el mundo por la crisis financiera global. Pero en nuestro país el pico de esta crisis llegó en 2009.
El año 2004 estuvo marcado por la Revolución Naranja en Ucrania. Pero ella fue a la vez fría y exitosa. En el mundo, este año fue recordado por el enorme tsunami en el Océano Índico, que mató a unas 230.000 personas.
El año 2000 es el Milenio. "El fin del mundo" no ocurrió, ni tampoco algo extraordinario y globalmente malo. Aunque hubo bastantes acontecimientos importantes. En Rusia, la Segunda Guerra Chechena y la primera victoria de Putin en las elecciones presidenciales. Tenemos un referéndum en toda Ucrania, cuyos resultados no afectaron en modo alguno la situación política del país; el asesinato del periodista G. Gongadze y el escándalo de la cinta, acontecimientos que sentaron las bases para las tendencias de crisis posteriores.
En 1996 no ocurrió nada extraordinario. En Ucrania se adoptó la Constitución, en Rusia Yeltsin fue reelegido presidente de la Federación de Rusia.
El año 1992 fue recordado por numerosas guerras: en Yugoslavia, Nagorno-Karabaj, Abjasia y Osetia del Sur, Transnistria, guerras civiles en Argelia, Tayikistán y varios otros países. Pero también se produjo una "separación" pacífica de la República Checa y Eslovaquia. Para Ucrania, fue el primer año de independencia, no fue fácil, pero sí bastante tranquilo.
No continuaré más. Basta entender que no todos los años bisiestos pueden traer algo malo, como no todos los "viernes 13" son un día de horrores. Algo y en algún lugar puede suceder. Como puede ocurrir cualquier otro año, noticias tanto malas como positivas. La Primera y la Segunda Guerra Mundial no comenzaron en años bisiestos. Y los acontecimientos significativos de la historia reciente en las relaciones entre Rusia y Ucrania no tuvieron lugar en años bisiestos, comenzando con el colapso de la URSS y terminando con una invasión rusa a gran escala de Ucrania. 2014, por cierto, tampoco fue bisiesto.
Para los aficionados al deporte, los años bisiestos están asociados con los Juegos Olímpicos. En este sentido, les contaré sobre una teoría de conspiración mística que escuché hace diez años de boca de un ex diputado lituano (desafortunadamente, no recuerdo su apellido). Esto no es para los partidarios del pensamiento puramente racional, aunque a muchos ucranianos les puede gustar esta "teoría".
La esencia de esta "teoría" es la siguiente. Los regímenes autoritarios (totalitarios) que celebraron los Juegos Olímpicos colapsaron después de cierto tiempo y sus países incluso se desintegraron. Estamos hablando de la Alemania de Hitler, que en 1936 celebró los Juegos Olímpicos de verano y de invierno y que en 1945 dejó de existir. Luego, ese destino le sucedió a la Unión Soviética (en 1980 se celebraron los Juegos Olímpicos de Verano en Moscú, en 1991 la URSS dejó de existir) y Yugoslavia (en 1984 se celebraron los Juegos de Invierno en Sarajevo, en 1991 comenzó la desintegración de Yugoslavia).
Sin embargo, Rusia (los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi en 2014) y China (los Juegos Olímpicos de Verano en Beijing en 2008 y los Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing en 2022) no encajan en esta “teoría” (quizás todavía). Sin embargo, no nos apresuremos a sacar conclusiones, veamos qué pasa a continuación.
Por último, un poco de numerología política de Año Nuevo. En la historia política de la Ucrania independiente, el papel decisivo (de giro) lo jugaron los años que terminaron en cuatro: 1994 (la victoria de Leonid Kuchma en las elecciones presidenciales, que determinaron el desarrollo político de Ucrania durante los próximos 10 años), 2004 (la Revolución Naranja, seguida de diez años de lucha entre fuerzas proeuropeas y prorrusas), 2014 (victoria de la Revolución de la Dignidad, toma de Crimea por parte de Rusia y comienzo del enfrentamiento político-militar entre Rusia y Ucrania). Por cierto, en todos estos años también hubo elecciones presidenciales en Ucrania. ¿Continuará este patrón en 2024? Vamos a ver.
