Cada explosión, cada sirena lanza una reacción de ansiedad instantánea en el cuerpo. Pero, ¿qué sucede cuando tales señales se convierten en la vida cotidiana? ¿Podemos realmente acostumbrarnos al peligro constante? La explicación fue dada por la psicóloga Tanya Sweetka en su blog.
Cuando una persona escucha una señal de peligro: una explosión o una sirena, el cuerpo responde automáticamente. La adrenalina y el cortisol se liberan, el corazón comienza a latir más rápido, la tensión de los músculos y el cerebro entra en un estado de hiperplicidad. Esta es una respuesta de supervivencia típica.
Sin embargo, después de esta movilización viene el agotamiento. El cuerpo consume mucha energía, y esto conduce a una "MLU" mental, fatiga, incapacidad para volver al ritmo habitual. Si la amenaza no desaparece, el cuerpo no tiene tiempo para recuperarse: el sistema nervioso está atascado en un estado de tensión constante.
El estrés prolongado cambia a una persona. Esto no es débil: solo el sistema nervioso humano no está diseñado para la preparación continua de combate. El hombre se vuelve hipersensible a los sonidos, pierde interés en las cosas cotidianas, problemas con el sueño, la concentración, la memoria. El cuerpo responde con dolor de cabeza, alta presión, trastornos digestivos, fatiga crónica. Una persona parece estar "en la máquina", y ya no es una adaptación, sino supervivencia.
Con el tiempo, el cuerpo reduce la sensibilidad, parece tranquilo. De hecho, el cerebro "transfiere" una alarma para no quemar. Esto no es poder, es un ahorro de recursos.
En el modelo clásico de Selier's Hans, hay tres fases: movilización, resistencia y adaptación. Si la amenaza no desaparece, la persona está agotada o "rodea" sus reacciones. Esto es lo que a menudo tomamos para la resistencia o la estabilidad.
El psicólogo advierte: la adaptación no significa que la situación sea normal. Es posible que una persona no sienta sus necesidades, no estar al tanto de las emociones y perder un sentido básico de seguridad. Este es el precio de supervivencia.
Para ayudarte a ti mismo, debes admitir que te has adaptado a lo anormal. Esta no es una versión nueva de ti mismo: es una reacción del cuerpo. Se deben devolver las señales de seguridad: a través de prácticas corporales, tacto, conversación, caminata o terapia. Lágrimas, temblores, risas: todas estas son reacciones permitidas. Y lo más importante, para buscar apoyo donde está: en seres queridos, un psicólogo, en aquellos que experimentan lo mismo.