En el primer trimestre de 2025, JSC Ukrgazvydobuvannya, empresa clave del Grupo Naftogaz, anunció públicamente un récord de 107.136 metros de pozos perforados. En marzo, la compañía perforó más de 41.000 metros, superando con creces incluso los indicadores previstos. Esto se presenta como un paso hacia la independencia energética de Ucrania. Pero tras los victoriosos informes oficiales se esconde una realidad mucho más sombría.
Hoy en día, el Grupo Naftogaz ya no es solo un holding energético, sino un estado fantasma dentro del estado. La gestión de cientos de miles de millones de grivnas se lleva a cabo a puerta cerrada, donde las decisiones principales no las toman los directivos, sino personas cercanas a la élite política. Los informes son una formalidad. La transparencia, una ilusión. Y la ética corporativa se ha quedado solo en el papel.
Las reformas de gobernanza corporativa que el Estado anunció con gran pompa se han convertido en realidad en una simulación de cambio. El sistema de garantías circulares, licitaciones cerradas y otros esquemas no solo se ha mantenido, sino que se ha vuelto aún más sofisticado. Y por parte del gobierno central, silencio. En el mejor de los casos. En el peor, complicidad en abusos.
Un tema aparte es la responsabilidad ambiental. Ante las cifras récord de perforaciones, se ignora lo más peligroso: la eliminación de residuos tóxicos de perforación. Los lodos peligrosos a menudo no se procesan, como exige la ley, sino que se vierten en terrenos abiertos, en embalses y cerca de asentamientos. Esto contamina el suelo, el agua, la naturaleza y la salud humana.
A pesar de la indignación pública, la dirección de Naftogaz elude su responsabilidad. Incluso cuando se encuentra en el centro de investigaciones periodísticas de alto perfil, las agencias anticorrupción retrasan los casos o se enfrentan a obstáculos políticos. De hecho, el sistema está diseñado para impedir un control real.
Mientras el país escucha hablar de "logros estratégicos" y "victorias en el ámbito energético", se ocultan hechos que representan una amenaza directa para el medio ambiente, la economía y la seguridad ciudadana. Y hasta que el estado cambie los principios de gestión de la industria del petróleo y el gas, ningún historial de perforaciones significará un progreso real.