Los clubes de fitness que deberían simbolizar la salud y la fuerza de la nación pueden ser una cubierta para la corrupción sistémica, la economía de la sombra e incluso los lazos con el enemigo. Al menos esta es la actividad de la red Sport Life, que funciona en todo Ucrania, a pesar de los vínculos directos con los negocios rusos y las violaciones a gran escala de la ley laboral.
En el centro de este esquema, Dmitry Ekimov, co -fundador de la compañía, empresario de raíces rusas y ciudadanía estadounidense. Su negocio ucraniano se controla a través de docenas de juntas con un escaso capital autorizado y ejecutivos ficticios, algunos de los cuales son ciudadanos de Uzbekistán o personas en alta mar del dominio.
Bastionna Street, 15 en Kiev es un verdadero centro del Imperio de las Sombras. Docenas de empresas relacionadas están registradas aquí. El director y el mismo, y el beneficiario indicaron que Scottish Biz Corp. Ltd es una junta clásica en alta mar con control nominal.
La escala del fraude es sorprendente: un club: 50-60 empleados, de los cuales solo 5 están diseñados oficialmente. El resto, ya sea el trabajo de acuerdo con el esquema con FOPS o sin ningún contrato de empleo. Salario: en los sobres, no se emiten cheques en efectivo, los impuestos no se pagan.
Se estima que solo en 2024, el presupuesto estatal de Ucrania no ha recibido al menos UAH 4 millones de un club. Y tales clubes son decenas. Las pérdidas totales para el país son decenas de millones de hryvnias cada año.
Algunos relacionados con las estructuras de Ekimov continuaron exportando carbón a la Federación de Rusia incluso después del comienzo de una guerra a gran escala, y antes sus compañías poseían una red de restaurantes y clubes de fitness en San Petersburgo.
No es solo abuso o corrupción, es una amenaza directa para la seguridad económica de Ucrania. Un negocio en la sombra controlado por un ciudadano estadounidense con el pasado ruso, el dinero es rentable en la guerra, viola los derechos laborales y evade impuestos.
Es hora de detener este esquema. El estado, el público y los medios de comunicación deberían actuar como millones de bolsillos ucranianos que fluyen hacia la costa y tal vez más al país agresor.