Existe un creciente consenso en el discurso político ucraniano: el déficit demográfico y la reconstrucción posbélica están impulsando al país hacia una migración laboral controlada. El exministro Dmytro Kuleba admite que «quizás tengamos que abrir el país a Bangladés, Nepal, India, Filipinas y Vietnam». El presidente de la KSE y asesor de OP, Timofiy Milovanov, habla de una grave escasez de personal y advierte: la importación de trabajadores no se cuenta en «decenas de miles, sino en millones». Expertos entrevistados por el portal «Comentarios» explican cómo esto afectará a la economía, el retorno de los ucranianos y la tensión social.
Ucrania está entrando en una fase en la que la reconstrucción requerirá una gran cantidad de mano de obra, desde la construcción de centrales hidroeléctricas, puertos y aeropuertos hasta la modernización del ferrocarril. El politólogo Volodymyr Tsybulko cree que la demanda se medirá en millones de puestos: contratistas extranjeros (en particular, europeos y turcos) aportarán equipos; el mercado nacional absorberá a más trabajadores en el sector de la construcción. En su opinión, la integración no será una sorpresa: las comunidades existentes ya están aceptando las reglas del juego ucranianas, creando infraestructura religiosa sin gestos antiestatales y enseñando el idioma.
El politólogo Volodymyr Fesenko insta a reducir la dramatización. La crisis demográfica es un hecho, pero la escasez será localizada, por región y especialidad. La principal escasez se concentra en ingenieros, personal técnico altamente cualificado, soldadores y trabajadores temporales en el sector agrícola. La importación de especialistas debe ser selectiva, adaptada a los proyectos y teniendo en cuenta las cualificaciones. Las propias empresas resolverán algunos de los problemas: como ocurre actualmente en las instalaciones de infraestructura, los contratistas generales contratarán a su propio personal. Al mismo tiempo, se prevé una migración pendular de ucranianos: tras la apertura de las fronteras, muchos se marcharán, pero algunos regresarán, ante la realidad de los mercados laborales en el extranjero.
Un factor aparte es la tecnología. Según Fesenko, en un plazo de 5 a 10 años, la automatización y la IA reducirán la necesidad de diversas profesiones masivas (en particular, en el transporte), redistribuyendo la demanda de las "manos humanas" a los sistemas "inteligentes". Esto impulsará aún más al estado hacia una política de inmigración específica, en lugar de generalizada.
La dimensión social no es menos importante que la económica. Con el crecimiento de la migración, inevitablemente aumentarán los sentimientos antimigrantes, especialmente en las regiones más conservadoras. Las fricciones lingüísticas entre locales y migrantes ya demuestran la delicadeza con la que deberán construirse las políticas de integración. La clave está en unas normas de admisión transparentes, requisitos lingüísticos y cumplimiento de la ley, reasentamiento sin guetos, inversiones en educación y formación profesional, así como una comunicación honesta sobre por qué el país necesita a estos trabajadores y durante cuánto tiempo.
La próxima década se definirá por una combinación de tres factores: la inmigración gestionada para proyectos específicos, la reconversión masiva de ucranianos y la rápida automatización de sectores. Sin los dos primeros, será difícil mantener el ritmo de la reconstrucción; sin el tercero, seguiremos siendo poco competitivos. Tanto la economía como el equilibrio de la identidad ucraniana en una Ucrania nueva y más abierta dependerán de cómo el Estado combine estos factores.