Más de tres millones de niños en Ucrania enfrentan un acceso limitado al agua potable y al saneamiento básico. UNICEF pide medidas inmediatas para abordar esta crisis, que se está volviendo particularmente aguda en las regiones de primera línea donde la destrucción de infraestructura y la constante amenaza de bombardeos dificultan la vida.
Y este no es el único problema. Durante los tres años de guerra, los niños pasaron hasta seis meses en refugios, miles de horas bajo el sonido de las sirenas. Rompió su ritmo de vida habitual y ahora rompe su psique. Un millón y medio de niños padecen ya ansiedad, depresión e insomnio.
UNICEF intenta ayudar: trae agua, crea centros de apoyo psicológico, forma especialistas. Pero sólo esto no es suficiente. El Estado ucraniano debería asumir una mayor responsabilidad, porque no son sólo estadísticas, son niños reales. Sin agua, sin vida normal, sin confianza en el futuro. Y está garantizado que este problema tendrá consecuencias catastróficas a largo plazo para el futuro del país.