Después del ataque de encogimiento de hombros de "Shahaneda" en el Dnieper el 28 de marzo, que incendió el salón de banquetes de uno de los establecimientos más famosos de la ciudad, el restaurante Bartolomeo y el complejo hotelero, su propietario Valery Shamotivty anunció la colección para la recuperación. Sin embargo, tal iniciativa causó una ola de críticas entre los ucranianos.
En la publicación en la página oficial de Instagram del complejo, la administración anunció las consecuencias del ataque y agradeció a los empleados por la rápida evacuación de los invitados. El principal énfasis estaba en el hecho de que eran víctimas y pidieron a los ciudadanos que no ignoren la ansiedad del aire. Y al final de la apelación, una solicitud de ayuda:
"Hoy nos dirigimos a cualquiera que sea indiferente a Bartolomeo, una tarjeta de presentación del DNIEPER. No nos rendimos, nos recuperaremos. Pero necesitamos su ayuda".
En los comentarios bajo la publicación, explotó una indignación real. Muchos ucranianos no entendieron por qué el negocio de élite del millonario está siendo restaurado cuando está en marcha una guerra a gran escala en el país, y cientos de iniciativas voluntarias recaudan fondos para drones, automóviles y rehabilitación de militares heridos.
"¿Qué pasa con el ejército, los voluntarios, las víctimas son civiles? ¿En serio?" - Los usuarios estaban indignados. Otros enfatizaron que Bartolomeo no era un refugio, ni un hospital o un hogar para personas desplazadas, sino un negocio privado rentable que trajo un ingreso estable al propietario.
De hecho, Valery Shamotiv es uno de los empresarios más influyentes de Ucrania. Está entre los 100 mejores ucranianos más ricos, es el presidente y copropietario de la Corporación de Logos, el presidente de la Junta de Supervisión de la Corporación "Primera Holding Nacional de Vinos", y tiene marcas como Tavriya, Alexx e Inkerman. Por lo tanto, para exigir la asistencia financiera de los ciudadanos, en particular aquellos que apenas llegan a fin de mes durante la guerra, se ve al menos inapropiado.
A pesar de la indignación pública, la tarifa no fue cancelada. El banco con los detalles se dejó en los comentarios, pero la ola de críticas solo aumenta. Lo que terminará la historia: el tiempo se mostrará, pero una cosa es obvia: incluso durante la guerra, los ucranianos siguen atento a la justicia y no están listos para soportar intentos cínicos de reemplazar la solidaridad pública con el parasitismo financiero.