En 2017, estalló un escándalo en la región de Kiev en torno a la marca "Gavrylivskie Kurchata". Se descubrió un cementerio de aves en el distrito de Vyshgorod: decenas de miles de pollos muertos fueron enterrados en pleno campo. Esto causó una contaminación a gran escala del suelo y el agua, y la gente se quejó del mal olor y de enfermedades infantiles. El daño al medio ambiente se estimó en más de 253 millones de UAH.
En 2018, los propietarios de la marca, Yevhen y Maryna Sigal, junto con el director de la sucursal, Ivan Zazulea, fueron detenidos. El tribunal les impuso fianzas récord de entre 80 y 90 millones de UAH. Sin embargo, en una semana, el Tribunal de Apelaciones redujo estas cantidades decenas de veces, hasta los 5 millones de UAH. Menos de un año después, la fiscalía archivó el caso, declarando que no existían elementos constitutivos de delito en las acciones de los empresarios.
Sin embargo, los problemas de "Gavrylivskyi Kurchaty" no terminaron ahí. Las empresas que forman parte de la estructura de "Agromars" —Complejo Agromars, "Kurgan Broiler", "Golden Cross" y "Boryspil Feed Plant"— se encontraron al borde de la quiebra. Parte de la producción se detuvo y los acreedores presentaron reclamaciones por casi 2 mil millones de UAH.
Según los expertos, los Seagal siguen utilizando complejas tramas corporativas para ocultar activos y desviar riqueza. Sus empresas minimizan sus obligaciones fiscales y blanquean ganancias mediante transacciones inmobiliarias.
El escándalo de "Gavrylivskyi Kurchaty" se ha convertido en un claro ejemplo de cómo los grandes grupos empresariales pueden eludir la responsabilidad penal incluso tras un desastre ambiental evidente. Ni el medio ambiente ni las comunidades afectadas han recibido compensación por los daños causados.