Los expertos enfatizan que el cuerpo humano posee un mecanismo innato para controlar la ingesta de alimentos. Cuando estos reguladores naturales se someten a una presión excesiva —contando calorías, limitando drásticamente las porciones o eliminando grupos enteros de alimentos sin indicación médica—, el cuerpo comienza a restablecer activamente el equilibrio.
Los psicólogos explican que, mediante el control voluntario, se puede mejorar la conducta alimentaria, por ejemplo, eligiendo alimentos de mejor calidad. Sin embargo, modificarla por completo obligándose a comer menos de lo que el cuerpo necesita para su funcionamiento normal es imposible sin consecuencias negativas.
Una de estas respuestas son los pensamientos obsesivos sobre la comida. El cerebro percibe las restricciones como una amenaza y dirige sus recursos a encontrar los alimentos necesarios para su funcionamiento normal. Al mismo tiempo, puede suprimir otras actividades para que la persona pueda satisfacer su necesidad de comida lo antes posible.
Otra consecuencia es comer en exceso. Tarde o temprano, un control estricto provoca colapsos mientras el cuerpo intenta compensar la falta de nutrientes y energía.
Los expertos recomiendan elegir una dieta equilibrada y prestar atención a las señales del cuerpo en lugar de dietas estrictas y evitar grupos enteros de alimentos sin indicación médica. Esto ayudará a evitar tanto comer en exceso como los pensamientos obsesivos sobre la comida.