Los Crocs son zapatos ligeros y coloridos que se han convertido en un símbolo de comodidad y simplicidad. Aparecieron por primera vez en 2002 como una opción ideal para actividades acuáticas: los pies no resbalaban en superficies mojadas y se secaban rápidamente. Hoy en día, los usan desde médicos y estudiantes hasta blogueros de moda que incluyen Crocs en sus looks más elegantes.
Sin embargo, los médicos advierten que usar Crocs constantemente puede ser perjudicial para los pies. A diferencia de las zapatillas o las sandalias, los Crocs ofrecen poco o ningún soporte para el talón y el arco del pie. Por ello, el uso prolongado puede provocar dolor de pies, fatiga muscular en la pantorrilla, metatarsalgia o bursitis.
Otro problema es el material. El plástico del que están hechos los Crocs es prácticamente no transpirable. Con el calor, los pies sudan, lo que contribuye a la aparición de callos, infecciones por hongos y mal olor. Para las personas con piel sensible o uñas problemáticas, los riesgos son aún mayores.
Los Crocs son realmente apropiados cuando:
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ir a la playa o a la piscina;
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trabajar en el jardín o huerto;
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paseos cortos por el patio;
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viajes al campo.
Para largas caminatas por la ciudad o un día activo, es mejor elegir zapatos con buena amortiguación, fijación segura del talón y soporte para el arco. Así, los Crocs siguen siendo cómodos, pero están diseñados específicamente para ciertas condiciones.