El 9 de octubre, los cristianos ortodoxos conmemoran al apóstol Santiago de Alfeo, uno de los doce discípulos de Jesucristo, llamado Santiago el Menor. Este día se considera especialmente sensible a la energía de los pensamientos y las acciones, por lo que cada paso debe tomarse con cautela. La gente creía que el comportamiento de ese día podría afectar el bienestar material y el destino de los próximos meses.
Santiago de Alfeo fue un ferviente predicador del cristianismo. Viajó por Judea, Siria, Egipto y otros países, convirtiendo paganos y obrando milagros. Su vida terminó en martirio al negarse a renunciar a su fe. Es por su firmeza de espíritu que es venerado como símbolo de lealtad y rectitud.
En las creencias populares, el 9 de octubre se asociaba con la purificación de los pensamientos y la renovación. La gente evitaba los conflictos, las conversaciones difíciles y, en especial, los asuntos financieros. Decían: «Quien cuenta el dinero en Jacob, cuenta las lágrimas en invierno». En este día, no es recomendable contar ingresos, hacer cálculos, pedir prestado ni prestar, para evitar escasez y pérdidas.
La pereza y la pasividad también estaban prohibidas. Se creía que perder el tiempo podía retrasar asuntos importantes, y quejarse y recordar agravios traería mala suerte. Era mejor dedicar el día a las tranquilas tareas domésticas, la acción de gracias y la oración.
La tradición simbólica de este día eran las primeras gachas de la nueva cosecha. Se cocinaban con mantequilla o manteca de cerdo, agasajando a la familia con prosperidad y salud. Así comenzaba el ciclo invernal, invitando a la prosperidad al hogar.