La caída del cabello es más común en otoño debido a las fluctuaciones estacionales, el estrés y la falta de micronutrientes. La buena noticia es que el proceso puede ralentizarse combinando un cuidado adecuado con un diagnóstico básico.
Empieza por el cuero cabelludo: una vez a la semana, aplica una mascarilla nutritiva de aceite de jojoba, coco o ricino en el cuero cabelludo, no solo en los largos. Todos los días, dedica 5 minutos a un suave masaje con las yemas de los dedos o con un masajeador especial; esto mejora la microcirculación y despierta los folículos. Para el cuidado diario, elige un champú suave sin sulfatos y lava tu cabello cada 2 o 3 días para no eliminar la barrera lipídica natural.
A continuación, la dieta. El cabello se compone de proteínas, por lo que el menú debe incluir huevos, pescado, legumbres y frutos secos. Añade fuentes de hierro y zinc: trigo sarraceno, espinacas y carne roja. Los estimulantes tópicos también funcionan: los sueros con extracto de romero, menta o cafeína mejoran la nutrición de los folículos y prolongan la fase de crecimiento.
Reduce el estrés ambiental y evita los peinados ajustados: el cortisol alto y la tensión constante en el cabello aceleran la caída. Opta por peinados sueltos y sal más al aire libre.
Si la intensidad de la caída del cabello no disminuye en dos meses, conviene hacerse pruebas: primero, ferritina (reservas de hierro) e indicadores tiroideos. A menudo, aquí es donde se esconden las causas que ningún champú solucionará.
Los resultados no son instantáneos: el ciclo del cabello es lento, así que concédete 2 o 3 meses de cuidado constante y los cambios se harán notables.

