Bacterias e insomnio: por qué el estado del intestino y la boca afecta al descanso

Cuando dormimos, el trabajo del cuerpo no se detiene. Millones de "vecinos" trabajan en conjunto con nuestras células: microorganismos en el intestino y la cavidad oral. En los últimos años, la ciencia ha demostrado sistemáticamente que la composición de estas comunidades microbianas está asociada con la calidad del sueño. No se trata solo del bienestar general: la diversidad del microbioma, el nivel de inflamación y las señales metabólicas en nuestro interior dependen de la duración y la estructura del descanso nocturno.

Al principio, los científicos sospecharon que todo funcionaba en una dirección: la falta de sueño y los trastornos del sueño alteraban el microbioma. Ahora, los datos también sugieren el efecto contrario. En adolescentes y adultos jóvenes, un microbioma oral más diverso se asocia con un sueño más prolongado. Las personas con insomnio diagnosticado médicamente tienen más probabilidades de tener una composición bacteriana intestinal más pobre en comparación con quienes duermen normalmente. Incluso en pequeñas observaciones con rastreadores de sueño durante un mes, una peor calidad del descanso se correlacionó con una menor diversidad de la microflora intestinal. Y en grupos con "jet lag social" (cambios bruscos de rutina entre semana y fines de semana), el perfil microbiano fue notablemente diferente al de las personas con un horario estable.

El mecanismo de esta conexión es bastante complejo. Las bacterias producen ácidos grasos de cadena corta (por ejemplo, el butirato), modulan la respuesta inmunitaria y sintetizan diversos neurotransmisores, desde la serotonina y la dopamina hasta el ácido gamma-aminobutírico. Todos estos son vínculos del eje intestino-cerebro, que afectan los ritmos circadianos, la profundidad del sueño lento y la fase de movimiento ocular rápido. Cuando el equilibrio microbiano se inclina hacia un perfil inflamatorio (exceso de azúcar y grasas saturadas en la dieta, estrés crónico, antibióticos), aumenta el nivel de moléculas proinflamatorias y ácidos biliares, lo que puede alterar el reloj cerebral y empeorar el sueño.

Procesos similares ocurren en la cavidad oral. La mala higiene o nutrición altera el microbioma oral, aumenta la inflamación local y sistémica y puede provocar el estrechamiento de las vías respiratorias durante el sueño. En este contexto, aumenta el riesgo de ronquidos y apnea obstructiva del sueño, una afección en la que se interrumpe la respiración y el cuerpo sufre una privación crónica de oxígeno.

¿Existe causalidad, no solo asociaciones? Existen indicios preliminares. En experimentos con modelos, el trasplante de microbios intestinales de personas con trastornos del sueño e insomnio provocó signos conductuales de trastornos del sueño en ratones. Pequeños ensayos piloto en humanos sugieren que la corrección del microbioma puede mejorar los síntomas del insomnio crónico. Incluso intervenciones breves —como una semana de dieta rica en grasas y azúcares— han alterado notablemente los patrones eléctricos cerebrales durante el sueño profundo en voluntarios sanos; y los antibióticos han reducido la duración del sueño REM en algunos ensayos. Esto no constituye evidencia para estándares clínicos, pero señala el camino.

¿Significa esto que la "píldora antibacteriana" se convertirá en la nueva pastilla para dormir? Es prematuro sacar tales conclusiones. Se ha demostrado que ciertas cepas, como Lactobacillus casei Shirota, mejoran el sueño en jóvenes en condiciones controladas durante períodos de estrés, pero estos resultados deben confirmarse en ensayos aleatorizados a gran escala y compararse con enfoques consolidados como la terapia cognitivo-conductual para el insomnio. Al mismo tiempo, la idea parece atractiva: si restauramos el equilibrio del microbioma con nutrición, prebióticos o probióticos cuidadosamente seleccionados, podríamos reducir la proporción de personas con trastornos crónicos del sueño, desde los efectos de los cambios en el estilo de vida hasta los problemas relacionados con la edad.

La conclusión práctica de hoy es simple y segura: un horario estable para acostarse, suficiente fibra en la dieta, un consumo moderado de azúcar y grasas saturadas, una higiene bucal adecuada y limitar los refrigerios nocturnos benefician no solo el corazón y el metabolismo, sino también el microbioma que sustenta nuestro sueño. Sin embargo, es mejor dejar los experimentos con suplementos e intervenciones agresivas bajo la supervisión de un médico: la evidencia científica sobre los métodos "bacterianos" aún se está formando, y queda mucho trabajo por delante antes de que se conviertan en rutina, al igual que las normas actuales de higiene para el sueño.

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